Palabras y un triunfo -por un aplastante 55,87% con una participación histórica superior a los 8 millones 300 mil electores- que a todas luces fueron un alivio en el seno de la Convención. No era lo mismo transitar los seis meses que le restan de trabajo a la CC con un Mandatario aliado y comprometido con el proceso, que con su contrincante que nunca negó el deseo de echar abajo todo.
Parte del legado de Boric será la nueva Constitución. No solo fue uno de los protagonistas del acuerdo del 15 de noviembre que dio una salida institucional a la crisis del estallido social, sino que, si todo sale bien, será el encargado de firmarla y promulgarla.
Sin embargo, no toda la tarea de los cambios recae en el Presidente electo. La Convención tiene la responsabilidad histórica de no volver a marearse, de mantenerse sintonizada con la ciudadanía y tomarle el pulso real, para que el texto que elabore cuente con un amplio respaldo en las urnas. Tiene que hacer su parte y no tiene tiempo ni espacio para equivocarse. Se los dijo claramente la presidenta Bachelet, cuando les habló de lo importante que las personas tengan plena consciencia del trabajo de la CC.
En los meses que vienen debe discutir, votar y redactar el texto de la nueva Constitución, uno que debe tener más realismo que voluntarismo, con más toques de moderación y equilibrio, porque las señales que dejaron la primera y segunda vuelta son claras: la ciudadanía quiere cambios, aspira una sociedad mejor, inclusiva, más digna y equitativa, que los derechos no sean letra muerta, rechaza el pinochetismo y las posturas extremas, pero tampoco no quiere una refundación que borre con el codo lo que sí se ha logrado construir estos años.
La hora del diálogo y no de la imposición de mayorías tiene que ser la música del período que viene, porque en el horizonte -el tiempo pasa volando- no solo está el plazo del 4 de julio del 2022 para terminar el trabajo y entregar una propuesta de nueva Constitución; sino que también está el plebiscito de salida, donde el texto debe ser ratificado. Debido a que dicha consulta tendrá muchas incertezas al ser obligatoria para todos los ciudadanos y ciudadanas con derecho a voto, es trascendental que la propuesta sea un acuerdo amplio , del mismo espectro del 15 de noviembre para que así las voces del terror o del maximalismo que habrá de lado y lado no destruyan todo lo que se ha avanzado.
Entre los firmantes del acuerdo deben estar sin duda los líderes de una nueva derecha. Líderes que sean capaces de defender derechos y libertades, y no atrapados en el lenguaje de odio que primó en la campaña de Kast. Hay una derecha en la Convención que hace rato está en diálogo con la centroizquierda, Independientes No Neutrales, el Colectivo Socialista y el Frente Amplio. Ahí se vislumbra una mayoría que puede ser clave a la hora de la transversalidad y los acuerdos al momento de votar.
El sector deberá ser capaz de superar a los convencionales “duros” y a los predicadores de bulos a los que no les interesa el texto, y que usarán el referéndum obligatorio para asestar un golpe político en los primeros meses al presidente Boric.
Para ello es necesario escribir una Constitución que represente a todos los sectores democráticos. Que proponga una sociedad próspera que incluya a los pueblos originarios, y también de garantías a quienes desean invertir en desarrollo sobre respeto a sus derechos de propiedad. Una constitución que garantice un sistema político estable, que saque lo mejor de nuestra historia y sea inclusivo con las personas y no producto de experimentos de académicos.
La visita del Presidente electo, algo que Sebastián Piñera nunca hizo da buenas nuevas al proceso. “Lo he felicitado e invitado a la Convención Constitucional (…) el camino hacia la Nueva Constitución se abre con dignidad, justicia, ternura, plurinacionalidad y respeto a nuestras diferencias», afirmó el domingo en la noche la propia Elisa Loncon. Una imagen, donde también había convencionales de todos los sectores, es la promesa de un fin luminoso de esta epopeya constitucional.