Las semanas y meses siguientes no serán nada fáciles. Las tensiones vistas hasta ahora son solo el comienzo. Se auguran discusiones y conflictos intensos hasta por los más mínimos detalles, en una convención donde nadie tiene el poder de veto, pero tampoco de control. La falta de experiencia, el desconocimiento de las funciones, lo novedoso de la instancia, la necesidad de marcar identidades políticas, todo confabulará para que toda decisión en la primera etapa sea un verdadero parto.
Pero cuando el polvo se asiente, vendrá el tiempo de las conversaciones, las negociaciones y los acuerdos; porque al cabo de este proceso pueden pasar muchas cosas, menos que la Convención no logre redactar una nueva Constitución.
Eso sería el fracaso total. Los convencionales dicen a todos los vientos que son distintos de la clase política que naufragó en Octubre del 2018, y una falta de acuerdo los pondría en el mismo saco, junto con el triste hecho que seguiría vigente la Constitución de 1980, la misma que el 78% de la ciudadanía dijo que había que cambiar.
Además, la falta de nuevo texto dará la razón a quienes votaron Rechazo, diciendo que el caos que venía iba a ser imposible escribir una nueva Carta Magna. Esa amenaza que ocurrió también en el plebiscito de 1988 no se hizo realidad, porque la coalición que emergió fue capaz de tragarse todos los deseos de pasar las cuentas que había que pasar, y prefirió pagar los costos de emprender una transición incomprendida por muchos.
Pepe Mujica dijo alguna vez que cuando la izquierda plantea en sus contiendas el todo o nada, suele quedarse con nada. Para los nuevos actores en la plaza como la Lista del Pueblo será el desafío de buscar donde está el equilibrio necesario.
Lograr acuerdos será una tarea de marca mayor. Los temas para zanjar no son sencillos, porque tras ellos hay cuotas de poder, intereses de todo tipo e incluso la posibilidad de poner acelerador o frenar el débil crecimiento económico que hemos tenido en los últimos años debido a la productividad estancada y un modelo político que no cumple con las condiciones de inclusión que establecen los economistas Acemoglu y Robinson para el desarrollo de un país. Está en juego definir el tipo de Estado que tendremos en las próximas décadas, dibujar una mejor y real descentralización, establecer nuevas reglas del régimen político, el deber preferente de los derechos sociales, la relación con los pueblos originarios y con el medio ambiente. Todo esto requerirá un nuevo pacto tributario, que la mayoría de los candidatos presidenciales lo han mencionado en sus programas.
Para el Presidente Sebastián Piñera, es la última oportunidad de tener en la evaluación de su segundo gobierno alguna nota positiva. Para ello debe no intentar tomarse la agenda y aceptar el segundo plano, asunto para el que no tiene habilidades. Los intentos de pautear a la constituyente y los errores innecesarios, como negar las peticiones de los pueblos originarios de poder cumplir en la ceremonia de instalación con los rituales propios de su espiritualidad han introducido una tensión adicional a un proceso que requería calma.
Esa resistencia para entender qué es lo que está en juego realmente hace creer a algunos en La Moneda, que la Convención Constitucional no tiene autonomía para guardar en el cajón la Constitución del 80. Muy a su pesar, efectivamente la tiene.
La autonomía de la Convención radica en la hoja en blanco sobre la cual se escribirá la nueva Constitución. El pueblo ya dijo claramente no más a la Constitución vigente. Es efectivo que todos los preceptos deberán ser aprobados por el umbral de los 2/3 de los votos, pero eso mismo corre para mantener aspectos en la carta fundamental del 80 que se quieran reponer. Si no los aprueba la CC, sencillamente no estarán en el texto final y quedarán para las contiendas legislativas. No hay que temerle a ese proceso y confiar en las voces razonables que surgirán durante el proceso.
En Alertaley hemos decidido hacer una cobertura de la Convención más allá de la estridencia y la anécdota superflua. Tenemos claro lo que se juega y por ello nuestra cobertura estará en las tendencias, en el movimiento real de las enormes fuerzas magnéticas que despertaron el 18 de Octubre. Sabemos que hay muchos factores que podrían hacer fracasar este proceso, y que la ansiedad de los actores de lado y lado puede tener una consecuencia grave, pero somos del partido minoritario de los optimistas. Creemos que una Convención inédita, paritaria, con escaños reservados, sin ninguna fuerza política dominante, con egresados de liceos fiscales, científicos, ajedrecistas y algún que otro veterano de las contiendas de los últimos 30 años tomará plena conciencia de su rol en la historia. Vendrá una sensación de aire limpio que asustará a algunos, pero está en el horizonte está un nuevo pacto social para los próximos 40 años, que nos lleve de una vez por todas al país desarrollado que soñamos.