Las diferencias fueron notorias. No se vieron consejeros gritando, ni desfilando como en una pasarela, o fumando. Hubo un abismo de distancia entre la ceremonia de instalación del Consejo Constitucional ayer en la mañana y aquel caos del debut de la Convención en julio del 2021. Se agradece el sello republicano que inundó toda la ceremonia de instalación del nuevo organismo y que nada sucediera fuera de la pauta establecida que ensuciara la importancia del momento.
Pero junto con el notorio hecho de un primer panel solo de hombres, que da cuenta de una cierta oleada conservadora que ronda por la sociedad, fue evidente también en la ceremonia de ayer la ausencia de cierta mística, de “alma”, de esa pasión que marca los momentos relevantes. La Convención, incluso para sus opositores acérrimos, era un momento de emoción y contienda política. Las buenas maneras del Consejo Constitucional no da ni para difundir videos incendiarios en contra de ella, como lo hacía Bernardo Fontaine o Tere Marinovic.
Este aburrimiento es un riesgo mayor. Este segundo proceso constitucional aprendió de las fallas del anterior, como lo evidenció la Comisión de Expertos y su aplaudido ante proyecto de Constitución, que fue fraguado al alero de acuerdos transversales desde el PC hasta Republicanos. A todos les pesan las metidas de pata en la Convención y por lo mismo, ha primado un esfuerzo por no tropezar con las mismas piedras.
Sin embargo, esa ausencia de pueblo, la poca capacidad de generar cercanías y expectativas en la ciudadanía, de convocar, es un flanco peligroso.
Los temas constitucionales son complejos, áridos y básicamente los maneja el mundo más politizado. No es visible ni popular la relevancia de contar con una Constitución legítima y democrática, que consagre derechos, establezca reglas del juego más equitativas, construya un sistema político que evite la decadencia y fragmentación que estamos, y que sea la base firme sobre la que se sostiene toda la estructura del Estado y organización de nuestra sociedad.
Ese es el gran desafío que tiene este Consejo Constitucional. Lograr sintonizar con el clima país, con la ciudadanía, que el texto final que se elabore en estos meses le haga sentido a las personas. Porque la desconexión actual -por cansancio con el tema, por desinformación, por agobio con la realidad- puede convertirse en otro proceso fallido, con muerte por tedio y no por irresponsabilidad.
Para muestra un botón. El anteproyecto ha sido aplaudido y alabado por tirios y troyanos, se ha dicho que el trabajo de los expertos fue impecable, que en conjunto es una buena pieza constitucional y no son pocos -incluido el Presidente Gabriel Boric- los que han afirmado que lo aprobarían hoy mismo en las urnas de ser posible. Pero el bajo perfil que tuvo la comisión, le ha jugado en contra en la opinión pública.
La última encuesta Criteria dada a conocer esta semana arrojó que un 50% declaró no conocer nada o muy poco a la Comisión Experta y solo un 15% afirmó conocer bastante sobre la instancia. Un 40% cree que se va a rechazar la nueva propuesta, un 63% considera poco probable que el texto esté en sintonía con los intereses de la ciudadanía, un 50% habla de cansancio con el tema constitucional y otro 57% cuestiona el diseño, que contó con expertos designados.
Con este panorama de telón de fondo, también está por verse como Republicanos jugará sus cartas. Con una evidente mayoría de 22 consejeros, más lo que aporta RN, la UDI y Evopoli, la derecha con sus 33 escaños es dueña del peligroso “botón Stingo”, esa herramienta que le permite pasar máquina y escribir un texto a su criterio.
José Antonio Kast debe demostrar que es capaz de actuar con calma y generar acuerdos transversales, sin caer en la tentación de tener una Constitución partisana. Si logra ello, tendrá un punto de oro para seguir en la punta de la carrera presidencial. En ello tiene una extraña coincidencia con Boric. Ambos necesitan imperiosamente que este proceso sea exitoso, y ambos tendrán que pagar costos en sus respectivos sectores si resulta todo bien.
En el caso de Kast, cierto integrismo que ronda en las filas de su partido le reclamará ceder en puntos programáticos, y para el Presidente, pavimentar el camino de Kast a la Moneda será una píldora difícil de tragar en el mundo de la izquierda. Pero al país le vendría muy bien cerrar este largo proceso constitucional de manera exitosa, y que el 17 de diciembre el pueblo le de, al fin, la legitimidad democrática a la Constitución de Chile.